El desarrollo del pensamiento de Ortega y Gasset
Objetivismo (1902-1914) y responsabilidad social. Masa y elite
La primera etapa del pensamiento del filósofo madrileño comienza en 1902, cuando, recién licenciado en Filosofía. publica un artículo titulado ·Glosas., y termina en 1914, con la publicación de Meditaciones del Quijote. En ese libro se exponen ya los postulados más importantes de la segunda etapa perspectivista de Ortega.
Según Ortega, son dos las tendencias que alejan a España de Europa: por un lado, aquella según la cual se prefiere hacer “literatura en lugar de forjar un trabajo profundo de pensamiento, y, por otro lado, aquella según la cual se tiende a discutir acerca de temas ligeros. Para corregir ambas tendencias, Ortega propuso la disciplina del objetivismo, pues en su opinión, para superar la situación de atraso social, político, técnico y cultural en que estaba sumido el país, era necesario que las actitudes intelectuales europeas acabaran enraizándose en España. En efecto, el filósofo madrileño pensaba que el proceso de decadencia de España era debido, sobre todo, a su atraso científico. De hecho, era la ciencia la que diferenciaba a Europa del resto del mundo (también de España, que nunca se consideró europea) y lo que le confería su superioridad moral. La ciencia es el resultado de la disciplina intelectual y base, por tanto, del objetivismo, para el que es preciso desarrollar una serie de aptitudes: en primer lugar, rigor y método; en segundo lugar, actitud crítica; y en tercer lugar, racionalismo. A través de esas “recetas", según Ortega, a España se le curaría el subjetivismo que padecía tan gravemente.
Sin duda, en esta primera etapa, el joven Ortega propuso un modelo de conocimiento que pudiera servir a la ciencia que se hacía en España y que tenía mermas muy considerables.
Por otro lado, cuando los seres humanos se distancian de la excelencia, comienza un proceso de decadencia social. Cuando la masa deja de querer serlo y cuando cada uno de sus miembros, dejándose llevar por la envidia, ambiciona arrebatar el poder a quienes están por encima de ellos, la sociedad, irremediablemente, acaba por destruirse.
La sociedades crean Estados para poder vivir mejor. Para que una nación sea suficientemente poderosa, es preciso que una minoría bien elegida organice a toda una masa de gente. Se trata, en realidad, de una ley social parecida a las leyes que existen en la física: cuando los líquidos se mezclan, su ordenación posterior se establece según la densidad. Asimsmo, en la sociedad se imponen los individuos notables, bajo los cuales se concentra la masa. Ahora bien, conviene no confundir los conceptos de elite y de masa con los de ricos y pobres. La elite ha de poseer la virtud de la excelencia y, por tanto, ser modélica; la masa, en cambio, aun anhelando llegar a ese estado de excelencia, debe mostrarse dócil y obediente. En consecuencia, la sociedad ha de ser sociedad antes de ser justa, para lo cual es necesario que la masa sea masa, aunque no abandone su anhelo de mejorar y de aprender. Todo ello se obtiene como consecuencia de una buena siembra; en efecto, la verdadera revolución es consecuencia la educación. Ahora bien, ¿qué les ocurre a los españoles según Ortega? Cuando aparece alguien con un nivel intelectual superior al normal. en lugar de admirarlo, se lo tacha de soberbio, aduciendo que hace sobresalir la ignorancia del resto de la población.
Ortega se mostró contrario a la democracia de su época. Según el filósofo, la democracia debía consistir exclusivamente en la aceptación por parte del pueblo de aquellos que estaban llamados a gobernar el país. El pueblo no interviene realmente en el proceso de elección. Para Ortega, lo realmente importante es identificar a esas personas a la elite y elegirlas. Ahora bien, conviene no olvidar que el Estado ha de gozar de la legitimidad que se deriva de su aceptación por parte de la masa.
Perspectivismo (1914-1923)
La noción de perspectiva -punto de vista, visión- sirvió a Ortega para subrayar la importancia del punto de vista personal. Ortega hizo públicas sus opiniones al respecto en una serie de piezas que aparecieron en El espectador, si bien esa postura había ya quedado clara en su primer libro:
"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.
Ortega y Gasset; Meditaciones del Quijote.
Naizen naizenean natza.
Aquél que observa la realidad lo hace desde su punto de vista. El punto de vista o la perspectiva de cada uno resulta, pues, el componente fundamental de toda realidad, siendo imposible determinar que un punto de vista sea superior a otro. Por consiguiente, la teoría del perspectivismo reivindica la pluralidad de las perspectivas para interpretar la realidad. En consecuencia, la verdad absoluta, es decir, una visión total de la realidad no será sino la combinación organizada de todas las imágenes que se tengan de ella. Cada imagen representa un aspecto determinado de la realidad. La VERDAD, por tanto, se obtendrá poco a poco, paulatinamente, a medida que se vayan recomponiendo los fragmentos ofrecidos por cada punto de vista.
Puesto que todos los observadores son sujetos que poseen cada uno una perspectiva, aunque las imágenes que se hagan del mismo hecho no coincidan, todos tendrán el mismo valor, de suerte que resultarán más valiosas cuanto más relacionadas estén a los puntos de vista de cada uno. Ortega reivindica que cada cual ha de ser fiel a su punto de vista. Las opiniones de una persona son valiosas, no porque coincidan con las mías, sino por tocio lo contrario, es decir, porque no coinciden con mis posturas. En efecto, esos desacuerdos son la muestra de la autonomía del pensamiento de las personas; la autonomía ajena complementa la mía. Así pues, Ortega subraya la relevancia de aceptar los puntos de vista ajenos: las imágenes que se forman otras personas tienen el mismo derecho a la existencia que puedan tener las mías, no porque sean perfectas, sino porque siendo distintas, vienen a complementar las mías. La tolerancia así entendida es un valor fundamental para la convivencia social.
No obstante, el filósofo madrileño quiso también hacer frente al escepticismo y al relativismo, según las cuales es baldío esforzarse en la búsqueda de verdades definitivas, que de hecho son inalcanzables para el conocimiento limitado del ser humano. Ahora bien, también quiso superar la brecha abierta por el racionalismo y que llevaba a encontrar una única perspectiva para todo tiempo y sujeto que trascendiera, así, las múltiples perspectivas de los seres humanos. Conviene no olvidar que las imágenes que nos hacemos han de ser unificadas después por medio de un principio rector.
En último término, según la doctrina perspectivista, la realidad no puede ser interpretada en el ámbito de la distinción excluyente entre sujeto y objeto, en la oposición cerril entre el yo y el no-yo. En efecto, frente al idealismo -que resalta la supremacía del yo sobre las cosas- y frente al realismo -que remarca que las cosas tienen una esencia propia más allá del yo-, Ortega propuso la alternativa epistemológica consistente en unificar el yo y las cosas: el yo da vida a las cosas. Así, la percepción de la realidad se basa fundamentalmente en asociaciones o combinaciones de cosas. Más tarde. en la llamada etapa raciovitalista de Ortega, la interacción entre el yo y las cosas se vinculó a la noción de Vida, desde el punto de vista de que la vida es realidad radical.
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Raciovitalismo (1923-1955)
Como consecuencia del desarrollo del perspectivismo, Ortega creó, en su época de madurez, la doctrina raciovitalista. En El tema de Nuestro tiempo (923), Ortega reflexiona sobre los dos polos radicales en que se sitúa el ser humano: la vida y la razón
.
Para establecer una visión raciovitalista, Ortega criticó primeramente tanto el vitalismo como el racionalismo, para sintetizarlos después en una teoría única. Por tanto, como hemos señalado, esta etapa no es en realidad el final de la anterior, sino su concreción, puesto que Ortega toma de aquélla lo que considera más valioso: la perspectiva vital y la perspectiva racional. La primera es la realidad dada; la segunda se corresponde con el intento por comprender aquella realidad. Las dos perspectivas tienen características comunes: por un lado, su esencial radicalidad, y. por otro lado, el servir de base para cualquier otra perspectiva. La vital es una perspectiva esencialmente radical, porque se refiere a la raíz misma de la vida, en tanto que la racional es igualmente radical, porque ofrece la forma que permite al ser humano conocer las raíces de la vida.
• La circunstancia
Ortega denomina con el término circunstancia aquel espacio antropológico en que se desarrolla la vida humana. es decir, el mundo vital en que se halla inmerso el sujeto. Ese término da a entender todo aquello que no sea el yo, o sea, el mundo físico circundante, la cultura, la historia, la sociedad . También son circunstancias el cuerpo y la mente, las facultades mentales y las habilidades físicas, los perfiles psicológicos y la personalidad, puesto que, de hecho. hemos de considerarlos a todos como dados en gran medida. A fin de cuentas, la circunstancia es el ámbito al que el yo debe enfrentarse, ese ámbito en que los problemas pueden convertirse en ayuda u obstáculo para el proyecto existencial de cada individuo. La circunstancia es, pues, el conjunto de las facilidades y de los obstáculos con que se las ve nuestro proyecto existencial.
No podemos elegir nuestra circunstancia, ni diseñarla de antemano; nos hallamos inmersos en ella. No podemos, en efecto, elegir en qué época histórica nacer, ni en qué cultura o sociedad vivir, ni mucho menos qué cuerpo o qué rasgos psicológicos tener.
La circunstancia está compuesta por los contenidos de nuestras creencias, ésas que conforman nuestra realidad verdadera. Sin embargo, términos como naturaleza, mundo o circunstancia no son sino interpretaciones de aquello primero que el ser humano encuentra en su vida. Las creencias en que nos encontramos (como explicaremos más adelante, estamos en nuestras creencias; no las tenemos, sino que ellas nos tienen a nosotros), aunque nos parezcan absolutamente reales, no son de hecho la realidad primera, puesto que no son anteriores a la vida misma.
Ortega denomina con el término circunstancia aquel espacio antropológico en que se desarrolla la vida humana. es decir, el mundo vital en que se halla inmerso el sujeto. Ese término da a entender todo aquello que no sea el yo, o sea, el mundo físico circundante, la cultura, la historia, la sociedad . También son circunstancias el cuerpo y la mente, las facultades mentales y las habilidades físicas, los perfiles psicológicos y la personalidad, puesto que, de hecho. hemos de considerarlos a todos como dados en gran medida. A fin de cuentas, la circunstancia es el ámbito al que el yo debe enfrentarse, ese ámbito en que los problemas pueden convertirse en ayuda u obstáculo para el proyecto existencial de cada individuo. La circunstancia es, pues, el conjunto de las facilidades y de los obstáculos con que se las ve nuestro proyecto existencial.
No podemos elegir nuestra circunstancia, ni diseñarla de antemano; nos hallamos inmersos en ella. No podemos, en efecto, elegir en qué época histórica nacer, ni en qué cultura o sociedad vivir, ni mucho menos qué cuerpo o qué rasgos psicológicos tener.
La circunstancia está compuesta por los contenidos de nuestras creencias, ésas que conforman nuestra realidad verdadera. Sin embargo, términos como naturaleza, mundo o circunstancia no son sino interpretaciones de aquello primero que el ser humano encuentra en su vida. Las creencias en que nos encontramos (como explicaremos más adelante, estamos en nuestras creencias; no las tenemos, sino que ellas nos tienen a nosotros), aunque nos parezcan absolutamente reales, no son de hecho la realidad primera, puesto que no son anteriores a la vida misma.
Características de la razón vital
• Historicidad
La razón vital es histórica. La vida es una actividad que ha de realizarse mediante la elección de las múltiples posibilidades que cada situación nos ofrece; ahora bien, esa elección no puede efectuarse sin una reflexión previa. La vida consiste, por tanto, en un razonamiento frente a las circunstancias. En eso consiste, precisamente, el hacer uso de la razón vital. Si nos negamos a ella, negamos la vida misma.
Puesto que la vida es temporal e histórica, la razón vital también lo es. Para saber por qué un individuo es como es, hemos de observar su propio devenir histórico. Todos los seres humanos proyectan un plan vital frente a las circunstancias. Así pues, antes o después, el individuo se percata de las carencias del proyecto que ha diseñado, pergeñado o realizado, de modo que emprende otro proyecto, según las circunstancias del momento, considerando las fallas de sus proyectos anteriores, para poder superarlos en el futuro. A este programa le seguirá otro, y así, sucesivamente. La vida humana está repleta de múltiples experiencias, contradictorias a veces, de manera que si queremos saber en qué consiste la vida, hemos de servirnos necesariamente de la razón vital.
• El proceso histórico y las generaciones
Según Ortega, en un tiempo histórico concreto, hay jóvenes, adultos y ancianos. Ello significa que cada presente histórico supone que hay tres dimensiones vitales fundamentales y, en consecuencia, tres tiempos vitales: el de los jóvenes de veinte años, el de los adultos de cuarenta, y el de los ancianos de sesenta. Todas las personas que comparten tiempo histórico son contemporáneas, aunque no sean coetáneas. Son coetáneas las personas que comparten problemas e ideas, es decir, aquéllas que emprenden una misión común en la construcción de un mundo semejante.
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Todos los coetáneos forman una generación, que, según Ortega, dura quince años. Ahora bien, la historia cambia como consecuencia de ese desequilibrio interior, cuya causa es, precisamente, el tiempo vital. Si todos los contemporáneos fuesen coetáneos, sería impensable cualquier cambio -fundamental, radical-, de modo que la propia historia se colapsaría.
En resumen, Ortega intentó hallar la razón inherente a la historia en la historia misma. Según esa visión, los sucesos no serán tales hasta que se estudie por qué han ocurrido -contra la razón puramente física que se encarga exclusivamente de su descripción.
IDEAS Y CREENCIAS
Creencias
Convicciones, no siempre conscientes, con las que contamos y que nos permiten actuar y manejarnos en el mundo.
. Llama ideas a los pensamientos que se nos ocurren acerca de la realidad, a las descripciones explícitas que podemos examinar y valorar; las sentimos como obras nuestras, como el resultado de nuestro pensar. Se incluyen en este grupo desde los pensamientos vulgares hasta las proposiciones más obtusas de la ciencia.
Características:
1. Las creencias y las ideas son vivencias que pertenecen al mismo género: no son sentimientos, ni voliciones, pertenecen a la esfera cognoscitiva de nuestro yo, son pensamientos. Que un pensamiento sea creencia o idea depende del papel que tenga en la vida del sujeto; por lo tanto la diferencia entre uno y otro tipo de pensamiento es relativa, relativa a su significación en la vida de cada persona, al arraigo que dicho pensamiento tiene en su mente. El mismo pensamiento puede ser creencia o idea: las primeras noticias científicas que de la Luna tiene un niño las vive como ideas, con el tiempo, con el vivir en sociedad, estas ideas se instalarán en su mente en la forma de creencias.
2. No hay que limitar las creencias, como sin embargo se suele hacer, a la esfera de la religión: hay creencias religiosas, pero también científicas, filosóficas y relativas a la esfera de la vida cotidiana (nuestras creencias relativas a los poderes causales de las cosas de nuestro entorno cotidiano, por ejemplo).
3. A diferencia de las ideas, que son pensamientos explícitos, las creencias no siempre se formulan expresamente. No se quiere decir que nunca se pueda ser consciente de ellas; se quiere decir, simplemente, que operan desde el fondo de nuestra mente, que las damos por supuestas, que contamos con ellas. No somos conscientes de este pensamiento, pero lo tenemos pues “contamos con él”. En las creencias “vivimos, nos movemos y somos”.
4. Normalmente no llegamos a ellas como consecuencia de la actividad intelectual, de la fuerza de la persuasión racional;
5. Identificamos la realidad con lo que nos ofrecen nuestras creencias. “Lo que solemos llamar mundo real o “exterior” no es la nuda, auténtica y primaria realidad con que el hombre se encuentra, sino que es ya una interpretación dada por él a esa realidad, por lo tanto, una idea. Esta idea se ha consolidado en creencia. Con nuestras creencias damos un sentido a la vida que nos toca vivir, a cada una de las cosas que experimentamos; ellas son el suelo en el que se asientan y del que parten todos nuestros afanes, todos nuestros proyectos: “las ideas se tienen y en las creencias se vive”.